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Finalizada la intervención en el molino de El Soto en Navarrete

Diputación Foral ha realizado una inversión de más de 100.000 euros para tratar de recuperar “una joya del patrimonio preindustrial alavés”

El Servicio de Patrimonio Histórico-Arquitectónico dependiente del departamento de Cultura y Deporte que dirige la diputada foral Ana del Val, ha finalizado la obra de consolidación y restauración del molino de El Soto en Navarrete, realizando una inversión total de 94.648,70 euros, a los que hay que sumar los 10.498,54 invertidos en 2016 cuando se realizó una limpieza y consolidación de emergencia.

Según del Val “estamos muy contentos, se trata de un conjunto, hoy propiedad de la Diputación Foral, situado junto al parque provincial de Navarrete, que se encontraba en ruinas, y que va recuperando su integridad gracias a la obra ahora finalizada, sacando a la luz una auténtica joya del patrimonio preindustrial alavés”.

Situado fuera del núcleo de Bernedo, a medio camino entre esta villa y Navarrete, el molino se remonta al siglo XI (1088), cuando fue donado al monasterio riojano de San Millán de la Cogolla por su propietaria, Doña Toda Fortuniones. Esta señora cedía al monasterio, entre otras heredades, un molino en el soto de “Santa Maria de Ocón” con montes y prados, para propiciar que la gracia divina recayera sobre el alma de su marido, Fortún Sánchez, recientemente fallecido. Esta instalación molinera sería simple y precaria en sus inicios, vinculada de alguna manera al dominio del citado santuario. A finales del XVII (1682) su propiedad era eclesiástica tras recaer en la capellanía fundada por Joan Abbad García de Garay –párroco de la iglesia riojano-alavesa de Lanciego. En la siguiente centuria fueron propietarios del molino los capellanes Gregorio Fernández de Vallejo (1720) y su sobrino Francisco (1756), quienes arrendaron la instalación a diversos maestros molineros de la comarca.

Los restos del molino que se observan hoy fueron construidos en el siglo XVIII. La instalación actual se formó a partir de una primera represa y un canal corto en la zona del manantial, con varios alivios o compuertas de regulación del flujo del caudal, de construcción reciente. La corriente de agua llega hasta un estanque más extenso, remansada por un largo dique de contención que emboca a la gran estructura del cubo, construida a finales del XVIII y separada del edificio molinar. Éste, reedificado entre 1813 y 1816, consta de un cuerpo rectangular de dos alturas bajo cubierta: la planta baja se habilitó como sala de molienda con dos juegos de ruedas de moler; y el 1.er piso sirvió como residencia doméstica (72 m2) para los molineros y sus familias. Después se anexaron varios recintos menores para almacén y establo por sus lados cortos (E y O).

Semisoterrado bajo la sala de molturación se encuentra el cárcavo, cámara donde el agua se precipitaba con fuerza por los saetines para golpear los rodetes de hierro haciéndolos girar y trasladando así el movimiento rotatorio a las piedras de moler del piso superior. Permaneció en uso hasta bien avanzado el silo XX, con una última referencia conocida en 1973, donde se hace constar la existencia de un par de piedras y una potencia instalada de 8 caballos de vapor.

Las labores de recuperación, se iniciaron en 2016, con la realización de una limpieza y consolidación de emergencia por importe de 10.498,54 euros. De este modo, el conjunto fue liberado de la vegetación, procediéndose al apuntalamiento de los elementos con riesgo y en estado ruinoso, facilitando el acceso y la visibilidad del conjunto para la realización de los correspondientes estudios arqueológicos y proyectos de intervención. De hecho, el molino se sitúa en la zona de presunción arqueológica y está incluido en el catálogo del patrimonio histórico arquitectónico del Municipio de Bernedo, así como en las bases de datos del Centro de Patrimonio Cultural Vasco.

Los estudios realizados, son los que han permitido durante los años 2019 y 2020, consolidar y restaurar las estructuras originales correspondientes al edificio principal de molienda, el cubo y la presa, realizando una inversión total en obra por parte del departamento de Cultura de 94.648,70 euros (46.380,47 en 2019 y 48.268,23 en 2020).

                                                                                                               

El molino

Su singular emplazamiento a pie de monte se justifica por el surgimiento del manantial llamado “de los Molinos del Soto”, tributario del río Ega, que proporciona un caudal aproximado permanente de 110 l/s procedente del acuífero kárstico de la Sierra de Cantabria, más que suficiente para el funcionamiento constante de un molino hidráulico de estas características.

Según el Mapa Topográfico Nacional, se encuentra a 42º 37´ 33´´ de latitud norte y a 2º 31´ 01´´ de longitud oeste (según meridiano de Greenwich), a una altitud aproximada de 687 m sobre el nivel del mar y forma parte junto con otros dos molinos, de un conjunto de industrias harineras puestas en marcha a partir de la fuerza proporcionada por el citado manantial.

El molino, está formado por el caz que vierte a un embalse de planta irregular con un cubo de planta aproximadamente cuadrangular que represa las aguas al sur del edificio molinero. Este gran depósito está parcialmente excavado en el terreno natural y en parte construido en alzado con fábrica de mampostería, sillarejo y sillería, disponiendo de un muro escalonado al norte, que da paso al saetín.

El edificio molinero se separa del cubo por un pasillo de 0,50 m de anchura en su base, que permite rodear el inmueble. Tiene planta rectangular en dos alturas, con unas dimensiones aproximadas de 7,80x13,50 m y dos anejos a oeste y saliente de menor tamaño. Todo ello está construido con muros de fábrica de sillarejo, mampostería y ladrillo, con estructura de madera y cubierta pérdida, que fue de teja cerámica roja de perfil árabe.

El inmueble mayor presenta como singularidad sus esquinas redondeadas en planta, con una tipología constructiva peculiar e inusual para la técnica tradicional en la zona. Bajo la fachada norte se aprecia la salida del socaz por un arco rebajado de lajas de piedra, que tiene continuidad constructiva en la deteriorada bóveda del cárcavo donde se conservan, en lo que se aprecia, dos rodetes de hierro.

 

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